jueves, 13 de mayo de 2010

Doma ¿clásica?.


Doma ¿Clásica?






En los últimos Juegos Olímpicos, celebrados en Pekín (las pruebas hípicas se disputaron en Hong Kong) destacaron ciertos incidentes relacionados con la hípica que creo que no se han resaltado ni comentado lo suficiente.

Hubo problemas en las tres disciplinas olímpicas, lo cual motivó serias advertencias por parte del COI a la FEI, llegándose a plantear incluso la exclusión de las disciplinas hípicas de los próximos Juegos Olímpicos de Londres.

Esto ha provocado varias reacciones dentro de la FEI, de entre las que yo destaco la dimisión en pleno de toda la directiva de la FEI que ha llevado la parte de Doma Clásica.

Es un hecho sin precedentes en ninguna otra disciplina en toda la historia del olimpismo moderno del que no se han hecho eco la prensa especializada, como creo que se merece, y del que, me parece a mí, no se han sacado las conclusiones oportunas.

Al parecer, y lamento tener que decirlo así, las reclamaciones de las distintas delegaciones y el malestar que hay detrás de ellas, fue debido a las puntuaciones y criterios de los jueces.

Y esto ocurría al máximo nivel, en una Olimpiada, no en una prueba de provincias ni en un lugar apartado.

Pero ¿Qué es esta “Doma Clásica”? ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Qué es lo que está realmente detrás de esta disciplina?

La cultura clásica por excelencia es la cultura de la antigua Grecia y de la Roma imperial. Luego y por analogía se ha hablado de clásicos en un sentido más amplio y el término clásico ha pasado a ser incluso un adjetivo. Tal película o tal evento, se dice a veces, es todo un clásico, o lo clásico es hacer esto o aquello...

La equitación de las culturas clásicas Grecolatinas tiene poco que ver con lo que hoy estamos llamando “Doma Clásica”. No existían las pistas de “60x20”, ni mucho menos, tampoco se conocían el estribo, las espuelas ni el bocado que son inventos medievales. Y según la mayoría de los autores tampoco se habían inventado las herraduras, o al menos no se usaban de forma genérica y eran algo muy extraño y escasamente usado según algunos.

La doma que nos describe Jenofonte, el gran clásico de la equitación y en lo poquito que lamentablemente se conserva de él, se parece más a lo que hoy conocemos por doma natural que a la llamada “Doma Clásica”.

Con la llegada de la edad media y el oscurantismo que esta supuso, la equitación cayó en un periodo de decadencia donde predominaban tácticas y estrategias muy duras y crueles con el caballo.

El renacimiento trajo un notable refinamiento de esa forma medieval de domar y dominar al caballo y lo hizo de la mano de la recuperación de los textos clásicos, principalmente el ya citado historiador y general griego Jenofonte.

Destaca en esta época renacentista la escuela italiana de Antonio Pluvinel que con su obra “El picadero Real” influyó de manera notable sobre el posterior devenir de la manera de domar y tratar a los caballos.

Se suceden diversas tendencias, autores y escuelas en Europa, en las que prefiero no entrar ahora, que culminan con dos centros destacados en el siglo XIX la escuela francesa de Saumur y la escuela de equitación de Viena, también llamada Escuela Española de Equitación de Viena porque en sus inicios se usaban caballos de origen español.

Esta última no era precisamente una escuela cuya técnica procediese de España, sino solo sus caballos. España había sido exportadora de caballos desde tiempos del imperio romano. Las técnicas de doma de la escuela de Viena eran las de la tradición oral de la caballería del ejército austrohúngaro. En España dominaba en ese periodo la llamada “monta a la jineta” y que según la mayoría de autores fue desplazada de manera práctica y contundente en el campo de batalla por la monta a la brida que practicaba el ejercito austrohúngaro (Por ejemplo, Pierre Chambry, La Equitación).

Con el olimpismo moderno y la incorporación de la disciplina de doma, se adoptaron una serie de reglas de consenso, de lo que en ese momento se creía correcto. Hasta finales de la segunda guerra mundial, se primaron, por decirlo de alguna manera, los llamados “caballos brevilíneos” o “caballos barrocos”, (principalmente Lipizzano, Lusitano, Napolitano y por supuesto Español) caballos con mucha facilidad natural para la reunión, mucho equilibrio natural y con poca extensión en sus aires. Este tipo de caballo dominaba la doma de esos tiempos y ganaba muchas pruebas. A partir de la segunda guerra mundial, se establece un programa de recuperación de la raza Trakehner, después de haber quedado muy mermada la cabaña con la guerra y se comienzan a primar las razas de tipo Alemán, empiezan a puntuar más los aires en extensión y se abandonan los caballos clásicos antes citados que habían sido los que habían dominado la escena de la doma y la alta escuela desde el renacimiento.

Con este breve repaso a la historia de la disciplina, solo quiero poner de manifiesto que a lo largo del tiempo han evolucionado los criterios y que el criterio clásico por antonomasia debería de ser el de Jenofonte, que precisamente está muy lejos del actual. Por tanto estamos ante una doma que no es tan clásica como su nombre indica.

Los criterios de la doma fueron generados en un contexto histórico y social muy distinto al actual. El caballo era un arma de guerra muy importante. En caso de movilización, su doma debería de ser entendida por cualquier jinete. Además era imprescindible la uniformidad en la marcha por necesidades estratégicas dentro de la batalla. Si se ordenaba un ataque la caballería debía de llegar al punto de batalla al mismo tiempo al mismo paso y sin echar carreritas, eso sería un desastre táctico. Por eso todos los caballos debían de ir al mismo paso y a la misma velocidad y debían de responder como autómatas. Y si te eliminaban a un soldado, otro debía poder coger a su caballo y ocupar su puesto, sin tiempo de adaptación ni merma alguna en el rendimiento. Y todo esto era vital y no un pasatiempo para lucirse.

Otro tanto cabe decir de la sociedad civil. Si alguien compraba un caballo para trasladarse, no era conveniente tener que hacer un cursillo para poder manejarlo, todos los caballos domados, deberían de responder de manera estandarizada y sin más demora.

Los tiempos actuales son bien distintos y los requerimientos de ocio y relación con el caballo también, esto hace que los antiguos planteamientos pierdan vigencia y sentido.

Si todos escribimos diferente, porque tenemos una caligrafía diferente, y lo hacemos con algo tan sencillo como un bolígrafo y se nos entiende lo que escribimos, qué sentido tiene que todos montemos igual y lo hagamos todo igual con un caballo que es algo sumamente complicado si lo comparamos con un bolígrafo. Un caballo no tiene dos momentos iguales en su vida, no hay dos caballos iguales… ¿No es un poco absurdo empeñarse en una tarea así?

Para mí no es defendible un criterio uniforme y único y esto ha marcado desde siempre a la doma.

A veces con discusiones sibilinas como la que se mantuvo durante mucho tiempo sobre cual era el mecanismo y la forma correcta de iniciar el galope. Discusiones de “si son galgos o podencos” o de “si son ovejas churras o son merinas” que ocuparon no pocos textos y que acabaron con la invención del cinematógrafo y la ralentización de las imágenes.

Por tanto no me extraña mucho lo que ha pasado en esta última Olimpiada. Y es que la doma es así, llena de criterios apriorísticos y subjetivos. Para mí, con franqueza, no es un deporte. Lamentablemente poco se ha tratado sobre esto.

Se ha puesto en duda la deportividad del boxeo, por otras razones y modernamente el COI no está por admitir más deportes. Algunos como la gimnasia rítmica, el salto de trampolín, natación sincronizada… creo que no deberían de ser considerados deportes. Porque si no deberíamos de considerar también como deportivas a otras muchas disciplinas como la música, la pintura, el baile, la caligrafía…

Todas esas disciplinas “deportivas”, que yo cuestiono, dependen y mucho, del criterio subjetivo con el que los jueces puntúan. Más bien ese criterio parece el determinante para que gane “el mejor”. Alguien no entendido, no suele ver la diferencia entre el ganador y el perdedor. O simplemente alguien con un criterio algo distinto, aunque entendido en el tema, puntuaría de forma distinta, que es lo que ha pasado en nuestra última Olimpiada con la doma clásica.

Es lamentable a veces ver muchas horas de entrenamiento y muchas horas dedicadas a la puesta a punto de un caballo, para que realice de una determinada manera una reprisse y “zas” llegan los jueces con otro criterio y todo se va al traste.

Recuerdo alguien que entrenaba doma clásica con caballos árabes y los jueces siempre le puntuaban bajo y la desanimaban con sus comentarios diciendo que esa no era una raza apropiada para la doma de competición…

¿Es eso propio de un deporte?

A mi entender no. Bajo mi punto de vista en el deporte debe ganar el mejor, y eso se debe de decidir de manera objetiva y no de manera subjetiva. Y si no estaremos siempre discutiendo “si son galgos o son podencos” como ha pasado en la Olimpiada.

Dije que cuando hiciese una crítica daría alternativas para que fuese una crítica constructiva y no destructiva. En esta ocasión daré, no una, sino dos alternativas.

La primera viene de la mano de las nuevas tecnologías. Creo que sería factible hacer objetivo el juicio de las pruebas de doma a través de dispositivos ópticos y el uso del ordenador de manera parecida a como se hace en las videoconsolas, de tal manera que con un reflector situado en partes estratégicas del caballo y un sensor se pudiese medir la rectitud, el ritmo, la cadencia, la postura relativa del caballo (y con ello la reunión), el itinerario en relación a las letras de la pista… y todo de manera objetiva y de acuerdo a la apreciación de un ordenador.

Sin irnos a algo tan elaborado, y adaptando las reprises, se puede medir la rectitud de manera parecida a como se hace en las pruebas de TREC en “el sendero”, o el ritmo y la velocidad a como se hace en la prueba de “aires”. También se puede medir la rectitud de manera objetiva trazando un itinerario entre dos rayos laser similares a los que se montan a la entradas de las tiendas y que sonaría cada vez que el caballo salga del mismo. Los pasos dentro de un recorrido se pueden medir con un podómetro ajustado debidamente. En fin, cualquiera otra cosa que hiciese posible una valoración objetiva que no dependa del juez de turno ni de su estado de ánimo.

La segunda alternativa consiste en ser realistas con lo que está pasando y con lo que ha sido desde siempre esta disciplina. Los jueces juzgan como lo vienen haciendo, es decir, como les da la real gana y lo hacen públicamente, micrófono en mano, comentando su puntuación. De forma parecida a como viene ocurriendo en diversos espectáculos de gran audiencia (Operación triunfo, Mira quién baila y otros similares) en los que algún juez puede hacer el papel de malo, otro de bueno, o el papel que quiera cada uno, de esa manera el público y los participantes se enterarían, sería un espectáculo mucho más masivo y todo el mundo sabría a qué atenerse, no se estaría engañado a nadie pensando que va a un deporte donde gana el mejor, cuando en realidad gana el que más le gusta a los jueces. Seria todo un espectáculo ver y oír las broncas y los elogios a que nos tienen acostumbrados este tipo de shows y estoy seguro que todo el mundo saldría ganando. Quién sabe si de esta forma la doma pasaría a ser un espectáculo de masas y con ello sale verdaderamente adelante.

Muchas personas creen que en la doma clásica todo es corrección y que nadie mata una mosca. En sucesivos artículos analizaré algunos aspectos de esta disciplina a través de sus conceptos básicos como reunión, permeabilidad, incurvación, elevación, cadencia, ritmo… y podremos ver cómo afecta principalmente a la biomecánica del caballo, a su salud y a su bienestar general.